lunes, 14 de junio de 2010

SeMiNariO: La Utopía de la Libertad

Para continuar con este blog, y con la esperanza de llegar pronto al presente, me dispongo a comentar el seminario del día 5 de Mayo. Ha sido un seminario muy interesante, debido a que la temática que se trataba y la forma de exponerse era muy novedosa. Una chica, Silvia Siria López, nos dio una charla (o mejor una exposición sobre su experiencia) sobre una realidad que a lo alrgo de estos tres años de carrera se nos ha presentado terriblemente oscura: los centros penitenciarios. Digo que se nos ha presentado oscura, porque existe muy poca accesibilidad a este ámbito, por ello que una chica poco mayor que yo, estudiante de mi carrera haya podido acceder a él, me resulta muy interesante.

Silvia nos contó su experiencia en el Centro Penitenciario de Alhaurín de la Torre (Málaga). Se acercó a este ámbito porque decidió realizar el trabajo que le habían pedido en una de sus asignaturas en este lugar. Y a pesar de que llegó al centro convencida de que no le permitirían el acceso, cual fue su sorpresa cuando sus puertas se presentaron abiertas para ella y su curiosidad. En cuanto a las instalaciones, le resultó muy curiosa la puerta de entrada, que se cerraba dejándote dentro, sin poder salir. Luego llegabas a un pasillo largo y un poco oscuro. El trabajador social que le concedió la entrevista respondió a todas sus preguntas, pero no le habló nada del educador social (para no variar). Por ello, volvió a contactar con la prisión y consiguió hablar por teléfono con un educador. Voy a comentar los aspectos que me parecieron más interesantes de todo lo que nos contó.

Fue curioso conocer que dentro del centro había 2082 internos, y que solo un pequeño porcentaje fuera de mujeres (sólo había 121). El número de trabajadores sociales era de 11, siendo uno de ellos el coordinador, figura que existe desde hace poco tiempo. En cuanto a los educadores sociales, el centro cuenta con 16, teniendo por tanto cada educador a su cargo entre 140 y 150 internos, cuando lo legislado es 50 por persona como mucho. Me llamó muchísimo la atención (y me hirvió la sangre) fue el acceso al puesto de trabajo de educador social. Cual fue mi sorpresa (o no tanta, porque no es algo novedoso desgraciadamente) que para optar al puesto de educador, tienes que realizar un curso de 4 meses en Madrid. No importa que seas historiador, pedagogo o cualquier otra carrera… No te exigen ser educador social diplomado, y poseer por tanto las competencias necesarias para realizar correctamente las funciones. Esto es algo que me llenó de rabia. A mí, y a todos mis compañeros. Fue en este momento en el que se armó en la clase un debate bastante interesante sobre el infravalorado papel del educador social, y el incipiente intrusismo profesional que existe en nuestra carrera. Eso duele…

Aparte de esto, Silvia nos planteó una gran cantidad de problemas que había descubierto en el centro, tales como la falta de espacios para que los educadores y trabajadores pudiesen realizar sus tareas, demasiados internos a su cargo, falta de
motivación por parte de estos últimos, la no existencia de un trabajo con la familia y el entorno del preso…
En definitiva, nos expuso una gran diversidad de problemas que explican muchos conflictos que existen tras la salida del interno del centro, o incluso dentro del mismo. Nos expuso Silvia que la administración no creía en el papel de los educadores, ya que existía un 70% de reincidencia entre los internos. Evidentemente es realmente fácil poder rebatir esta afirmación debido a que el papel de los educadores sociales no está siendo óptimamente cumplido. Esto es debido a que si el profesional que se encarga de realizar las competencias de un educador social, no es realmente un educador social… ¿Cómo se exigen que las cosas funcionen? Me parece muy vergonzoso que personas como nosotros que estamos tres años de nuestra vida preparándonos para cumplir unas funciones, no se nos permita exponer nuestro potencial y mejorar las cosas, siendo otros, menos cualificados y preparados en este tema, los que realicen nuestro trabajo.

Este seminario realmente nos ha abierto los ojos en muchos aspectos, y principalmente nos ha permitido poner un poco de luz en un ámbito que estaba muy oscuro, además de darnos ánimo para reivindicar nuestro espacio y nuestro rol. Me alegro mucho, y agradezco, conocer un poco más a este colectivo que por ser tan cerrado no he tratado jamás. Siempre he pensado que no me disgustaría trabajar en un centro penitenciario, pero luego pensaba en lo que ello conllevaría y lo duro y peligroso que debe ser. Evidentemente, puras hipótesis sin confirmar son mis pensamientos… Sin embargo, gracias a este seminario he logrado conocer un poco más esta realidad y refutar o afirmar hipótesis. Es duro escuchar de la boca de Silvia que la reinserción de un preso es un hecho muy difícil, casi utópico. Siempre he creído en las segundas oportunidades, y afirmo rotundamente que todos merecemos una si luchamos por ella. Por ello, a pesar de esa utopía que se nos presenta y esa dificultad, creo que el papel del educador social es imprescindible, y absolutamente intocable, en el ámbito de las prisiones. Esa utopía, esas segundas oportunidades, deben venir de la mano de los educadores sociales, llevando a este colectivo a ganarse esa reinserción y a volver a vivir en libertad.

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